De cómo Japón hará a nuestra industria más competitiva

Juan Vila, presidente de GasINDUSTRIAL

De cómo Japón hará a nuestra industria más competitiva

Que Japón ponga en marcha la primera de sus cuarenta y dos plantas nucleares, con la clara intención de operar todas sus plantas seguras, es una excelente noticia para la competitividad de los industriales españoles. Sí, han leído bien. Puede parecerles raro que estos dos hechos estén directamente conectados, pero la superposición del tsunami de marzo de 2011 con la peor crisis económica vivida en nuestro país desde la guerra civil, ha consumado esta unión. Tiene su lógica.

Desde el terrible desastre de Fukushima y en menos de dos años, Japón paró todas sus plantas nucleares. Esto obligó al país a instalar y poner en marcha con urgencia generadoras eléctricas de gas y otros fósiles, como carbón o petróleo, para sustituir el 27 por ciento de sus necesidades de electricidad, antes producidas por la constelación de plantas nucleares, la tercera en tamaño del mundo. De 2010 a 2012, Japón aumentó un 35 por ciento su consumo de gas para producir electricidad, pasando a ser el principal importador de gas del mundo.

El terremoto resonó también en los costes de su electricidad. Como Japón no contaba con suficiente gas contratado tuvo que ir a los mercados spot para su abastecimiento y, si en situación de excesiva oferta estos mercados pueden ser más baratos, ocurrió el caso contrario y la demanda resultó ser tal que el país nipón se vio obligado a pagar por su gas un 60 por ciento más que el precio medio europeo. Esta situación se alargó desde 2011 hasta prácticamente la actualidad.

Volvamos a España, donde las empresas suministradoras al sistema gasista español cuentan con contratos que son generalmente a un plazo de hasta veinte años, a unos precios negociados "take or pay" y en la mayoría de los casos con el puerto de destino de gas natural licuado especificado, lo que equivale a decir que el gas contratado debe descargarse en un puerto español.

En nuestro país, con la crisis, y el añadido de la puesta en marcha de los parques eólicos, los crecimientos de consumo de gas previstos para producir electricidad se esfumaron, convirtiéndose en una espiral decreciente sin un previsible horizonte de retorno hasta hoy. Entre 2008 y 2014, el consumo total de gas en España bajó progresivamente un 32 por ciento, especialmente en las centrales eléctricas, cuya utilización se evaporó en un 70 por ciento durante este mismo periodo. Para entendernos, si los ciclos combinados funcionaban 5.000 horas al año, durante el pasado año 2014 lo hicieron solamente 1.500 horas. Dejando a un lado el desastre empresarial que esto supone, la situación también amenazaba dejar a las compañías suministradoras con una balsa gigante de gas sin compradores.

Con Fukushima, la preocupación del milenio se tornó en un gran regalo caído del cielo. En poco tiempo, España se convirtió en el principal exportador -que no productor- de gas a Japón. El gas entraba por los puertos españoles y se volvía a cargar en barcos camino de Oriente. En 2014, un 33 por ciento de las 11,7 millones de toneladas de gas que entraron en nuestro territorio se reexportaron, en su inmensa mayoría, a Japón.

Todo este proceso, no solo evitó la posible quiebra de algunas de nuestras empresas importadoras de gas sino que aumento sus beneficios. Las infraestructuras de gas también se beneficiaron con unos peajes por descarga y carga que sumaron hasta 50 millones de euros al año por la regasificación. Los únicos perjudicados fueron los consumidores industriales que pagaron más por el gas. ¿Cuánto? Es imposible saberlo, pero tiene cierta lógica pensar que si un suministrador vende una tercera parte de su negocio a 16 dólares por millón de BTU (unidad de energía), hará todo lo posible para que el resto no se venda por debajo de los 10 dólares. El sistema económico de los países occidentales tiene estas cosas y, por favor, no piensen en absoluto que estoy pidiendo un cambio.

En el futuro cercano, y debido a la incipiente puesta en marcha de la mayoría de sus plantas nucleares, Japón dejará de comprar gas en el mercado spot. Es más, puede incluso que haya comprado demasiado gas "take or pay" y que en los próximos años esté buscando mercados en Europa para deshacerse de él. El proceso desde Fukushima se invertiría en beneficio, ahora sí, de los industriales españoles.

En conclusión, en los próximos meses y años el suministro de gas a Europa se mantendrá o aumentará. Japón bajará su consumo considerablemente y por lo tanto podemos asumir que habrá más competencia y que ésta causará una erosión en los precios. Los industriales que en la peor recesión vivida se han mantenido vivos bajando costes en mano de obra, mejorando procesos, buscando nuevos y mejores mercados y, en general, soportando años de pérdidas y de muy escasos beneficios, verán ahora premiado su trabajo con unos precios energéticos más competitivos.

Bienvenida sea la energía nuclear en Japón.

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