Señores del Gobierno, multipliquen la presión. Necesitamos la interconexión con Francia

Juan Vila, presidente GasINDUSTRIAL

 

Por estas fechas se cumplen ya 20 años de la inauguración del gaseoducto con Argelia a través de Marruecos y el estrecho de Gibraltar. Una hazaña que debemos al impulso de un visionario como pocos, el industrial catalán Pere Durán, sin duda el gran promotor de esta hazaña y un empresario clave en la modernización de la industria gracias al gas natural. El aludido proyecto era titánico, ya que pasar un conducto de 46 pulgadas de diámetro y de 1400 kilómetros de longitud por Argelia, Marruecos y los 47 kilómetros del estrecho, resultaba extremadamente accidentado, difícil y muy caro en cualquier época. 

La otra opción posible era unir Barcelona por tubo con la entrada de gas noruego, británico y holandés en algún lugar de los Países Bajos, una opción sin duda mucho más fácil, más corta y muchísimo menos costosa. Sin embargo, Durán sabía que sería imposible porque el problema era Francia, donde tanto los industriales como las grandes empresas energéticas preferían mantener dejar a la Península como una “isla ibérica” bien delimitada por los Pirineos.

 

Nada ha cambiado desde entonces, o al menos yo lo creo así. Los presidentes de España, Francia, Portugal y de la Comisión Europea hace ya un año que firmaron el acuerdo para llevar a cabo una conexión de 36 pulgadas por los Pirineos, denominada MidCat, con la mitad de caudal  de gas del tubo argelino. Hoy las cosas siguen exactamente igual a como han estado siempre. Sobre la mesa no hay un proyecto sino un nuevo estudio para gastar dinero y dejar que el tiempo pase.

 

España y Portugal, con 57 millones de habitantes nominalmente pertenecientes a la Comunidad Europea, no tienen acceso a los mercados de gas disponibles para todos los demás países de Europa, incluidas las islas de Gran Bretaña e Irlanda. Es evidente que la conexión gasista de la península Ibérica, por lo menos hasta hoy, ha sido de un interés totalmente trivial para la Comisión Europea. La preocupación, si la hubo en algún momento, se ha transformado en muy poco.

 

Como ejemplos del status actual, Francia disfruta ahora de conexiones de gas con Alemania, Bélgica, España y Suiza que totalizan unos 54 billones de metros cúbicos al año (bcm). Italia suma 66 billones de metros cúbicos al año (bcm) de conexiones gasísticas con sus vecinos. Y hasta Dinamarca, con la decima parte de población que la península Ibérica, posee 6 bcm desde Alemania, que es más o menos el volumen de nuestra conexión actual con Francia. España, a través de Midcat, puede aumentar su conexión de gas con Francia y Europa a un total de 15 billones de metros cúbicos al año (bcm).

 

La situación me produce una sensación similar a la que narra Tom Waits, el cantante de los cantantes, en una de sus mejores canciones, "mi confusión está, oh...tan clara...".

 

Estamos tan acostumbrados a estos Pirineos tan poco penetrables y tan difíciles para nuestro comercio, agricultura, electricidad, tren o gas, que de entrada preferimos instalar un tubo por el mar o siete plantas de regasificación para procesar LNG (Gas natural Licuado) con un coste enorme, antes que pasar décadas discutiendo con Francia. 

 

Pero nuestros dramas no paran aquí. Francia nos cobra ya ahora un peaje casi escandaloso por entrar gas noruego por la frontera. Es como un impuesto a la exportación de gas por su tubo que aumenta un 20 por ciento el precio de nuestro gas. 

 

Nuestras regasificadoras están ahora a un 20 por ciento de su capacidad. En esto hemos sido como con los aeropuertos, visionábamos tres o cuatro veces más barcos con gas licuado de los que necesitamos. Pero ello forma parte de nuestro pasado imperfecto. Ahora defendemos que nuestros plantas regasificadoras pueden ser el puerto de entrada del gas licuado para Europa, aunque sin la conexión MidCat pasará como cuando el protagonista de  Fitzcarraldo quería extraer caucho de la selva amazónica con todos los nativos en contra. Francia está equivocada. Y también estaban equivocados cuando nos negaban más líneas eléctricas porque creían que les íbamos a subir los precios eléctricos y ahora resulta que, desde que en el país galo han parado 20 centrales nucleares, les estamos resolviendo black outs a costa de aumentar el precio eléctrico en España, toda una lección geopolítica.

 

Los industriales españoles consumidores de gas queremos que aumente la competencia del gas con este nuevo tubo bidireccional, que puede importar hasta una cuarta parte de las necesidades gasistas del país. A más competencia, obtendremos precios mejores y también aumentaremos nuestra seguridad de suministro cuando eventualmente existiera un problema con Argelia, que ahora nos suministra más del 60 por ciento de nuestro gas. 

 

Parece evidente que nuestro flamante Gobierno debe multiplicar la presión con la Comunidad Europea y con Francia para llevar a cabo la conexión acordada sin más dilaciones. Si París valía una misa, la interconexión bien vale una mayor presión. ¿O no?

 

Juan Vila, presidente de GasINDUSTRIAL

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