Juan Vila, director general de Iberboard
Vocal de GasINDUSTRIAL
El hidrógeno es un gas fantástico. Combinado con oxígeno atmosférico se convierte en una célula de hidrógeno, pudiendo producir energía eléctrica sin contaminar el aire y —aparte— vapor de agua sin ninguna consecuencia medioambiental, simplemente una lluvia o un poco de niebla.
La Nasa lo ha utilizado para la propulsión de cohetes y desde hace décadas se utiliza en la fabricación de fertilizantes en refinerías, principalmente, y, marginalmente, en plantas piloto para producción de energía eléctrica. La electrólisis, tecnología básica para producir hidrógeno a partir del agua, se inventó a principios del siglo XIX y es tan antigua como fascinante. Sin duda, el hidrógeno es un gas con futuro, en realidad mejor, el gas del futuro.
España es un país de excesos y defectos en infraestructuras. Queríamos consumir tanto gas natural licuado que construimos más plantas de recepción y regasificación que cualquier otro país de Europa. Instalamos decenas de ciclos combinados para alimentar nuestra red eléctrica con los consiguientes tubos de suministro, pero la crisis de 2008, y ese concepto contemporáneo de que “el gas natural ya no es el futuro”, nos obliga ahora a tener las plantas regasificadoras a menos de la mitad de su capacidad y los ciclos combinados en el más puro y total descanso. Y es que al final todo se tiene que pagar y lo pagamos en una factura eléctrica muy cara para la industria española, que por cierto lo está pasando francamente mal, mientras en el otro lado los beneficios de las eléctricas y propietarios de infraestructuras no han notado este año de crisis Covid. Qué tendrán o sabrán ellos que nosotros, los industriales, ni conocemos ni tenemos.
Seguimos tropezando en la misma piedra una y otra vez. Decidimos sembrar España con energía solar cuando los paneles estaban por las nubes y, por supuesto, todavía los estamos pagando; construimos un almacén de gas que nos costó más de mil millones de euros y con la misma rapidez que decidimos construirlo, decidimos abandonarlo. Pero eso sí, pagando por un monumento inutilizable sin que ningún político rinda cuentas por quemar, literal y alegremente, el dinero de los contribuyentes. Estas cosas nos pasan porque nuestros políticos toman decisiones “políticas”, sin criterio, en vez de económicas y técnicas. Así que aviso a navegantes: mucho cuidado ahora que le toca el turno al hidrógeno, que no nos pase lo mismo. A ver si creyéndonos más listos que nadie, combinamos solar menos barata con el hidrógeno más caro. Si es así, la historia no nos habrá enseñado nada y repetiremos el desastre. Recuerden: estamos a punto de caer en la trampa de la solución política, la solución “cool”.
Solo el 5% del hidrógeno producido hoy es hidrógeno verde
La Agencia Internacional de la Energía señala que el 75 % del hidrógeno producido hoy en el mundo se hace con gas natural, en su mayoría mediante un proceso denominado Steam Methane Reforming (SMR). En este sistema, el metano reacciona con vapor a alta temperatura por mediación de un catalizador para formar H2 + CO2. Otro 20% del hidrógeno se produce utilizando carbón. Si el CO2 no se captura, se le llama hidrógeno gris, que justo ahora emite un 2,5 % de las emisiones globales de CO2. Si el CO2 se captura, le llamamos hidrógeno azul.
El coste resultante del kWh de hidrógeno, considerando un precio de gas medio de 2020, sería aproximadamente el doble del kWh de gas natural. Es decir, resulta totalmente absurdo fabricar hidrógeno con gas para hacer electricidad. La energía eléctrica renovable nos dará un proceso más barato en la electrólisis, sí, pero para ello habrá que esperar entre una a dos décadas más.
Solo el 5% del hidrógeno producido hoy es hidrógeno verde, procedente del proceso de electrólisis, que consiste en pasar electricidad a través del agua para producir H2 + O2. Para ser efectivamente verde, la electricidad debe indudablemente proceder de generación renovable, léase, energía hidráulica, solar o de viento. Para completar el panorama, añadiremos que hay esencialmente dos tipos de electrolizadores; los alcalinos, usados desde hace un siglo, y los de membrana de intercambio de protones, introducidos hace más de cincuenta años. También sería posible la producción de hidrógeno gasificando biomasa, esencialmente madera o residuos vegetales, pero la tecnología está realmente en pañales, muy lejos de ser empleada de forma masiva.
En los EEUU, la mayor planta de electrólisis tiene una potencia 6MW y produce 3t/d de hidrógeno. Seamos realistas, estamos en el principio del principio. Y en Europa, los incentivos están haciendo surgir decenas de proyectos piloto.
Bienvenido el dinero si cae del cielo. Enagás y Naturgy anuncian un proyecto de electrolisis de 60MW que, supuestamente, podría producir 30 t/d de hidrógeno y El Corredor Vasco del Hidrógeno también llega cargado de dinero con una inversión de 650 millones en una planta de 112 MW de hidrógeno verde, que podría producir 60t/d de hidrógeno… Ninguno de estos proyectos es viable económicamente en un mercado abierto y libre. Es una buena noticia que estas empresas quieran invertir el dinero de sus accionistas en producir hidrógeno, crearán muchos puestos de trabajo y harán avanzar la tecnología ad hoc, pero debemos exigir a estas empresas, y al Gobierno que las riega de fondos europeos, que luego no nos lo haga pagar a las empresas como la mía, como consumidor cautivo, al igual que lo hicieron con las regasificadoras, los tubos, los ciclos combinados y la energía solar como producto financiero. Los industriales no estamos como para pagar los sueños de otros, ya tenemos bastante con las pesadillas que supone tener la energía más cara de Europa.
Juan Vila, director general de Iberboard
Vocal de GasINDUSTRIAL