La industria, el motor del país

Juan Vila, managing director Iberboard

 

Hace días, buscando inspiración para comunicar el trance, o más bien, el abismo en el que se encuentra la industria intensiva en energía en España, abrí una novela titulada “Guerra y guerra” del escritor húngaro Laszlo Krasznahorkai. Me di cuenta que su impecable escritura, extremadamente cuidada y puntuada, no me serviría. Era una novela para eruditos que se pueden concentrar hasta el infinito sin pestañear. Sus párrafos interminables y nada esclarecedores no encajaban en mi cabeza, compartimentada en estancias de pocos metros cuadrados. Mis explicaciones y razonamientos se asemejan más a fichas de dominó que a crucigramas. Por tanto, considero mejor optar por una reflexión que no precise grandes elucubraciones y así todos podamos entendernos. Mejor así.

 

A estas alturas de la legislatura, el Gobierno debería tener claro que la industria es el principal motor del país. Bueno, debería haberlo sabido antes de ser Gobierno. Aunque es cierto que ciertas industrias pueden tener un componente energético bajo, todas se abastecen de materias primas en las que la energía tiene un peso brutal. Cerámica, papel o acero pasaron de tener durante años unos costes energéticos del 5 o 10% de su total a un 30, 40 o, incluso, 50% en 2022. El precio de la energía ha bajado, pero no llega a lo que fueron los valores pre-pandémicos. Aunque hemos bajado de multiplicar el precio del gas por diez, todavía está al doble. Imagínense el precio de una lechuga, que durante años ha rondado un euro y que de repente, valga diez. Pues esto es lo que pasó con el gas el pasado año. 

El problema adicional es la incertidumbre ante cuestiones geoestratégicas relacionadas con la guerra de Ucrania. Si una empresa no ajusta sus costes mes a mes, puede ir a la bancarrota en un trimestre. Y el departamento de ventas debió hacer un cambio brutal en la estrategia: de negociar un precio anual por unidad a subir 20-40 % en un mes. La alternativa era abordar esa subida o la bancarrota de la empresa.

 

La industria química, los fertilizantes, la petroquímica… se encuentran en posiciones similares. El drama de los fertilizantes es terrorífico porque el gas natural es casi la única materia prima para sintetizar el amoniaco, con lo cual estamos subiendo el coste de la agricultura y, por ende, de todo lo que comemos. Nos preguntamos por qué las verduras han subido mientras algunos políticos acusan a las cadenas de supermercados de forrarse con la subida de precios. Estamos en una guerra donde lo primero que hace aguas es la verdad.

 

Asimismo, el hecho que los costes energéticos se hayan disparado ha influido en la demanda. Algunas voces critican las quejas de la industria y plantean que estamos exportando más sin pensar ni tener en cuenta que el número de unidades, toneladas o metros cúbicos ha bajado sustancialmente. Y todo debido a la influencia del precio de la energía en el producto final y, sobre todo, del gas.

 

El petróleo subió de 64 $/barril en el 2019 a 100 $/barril en el 2022, un 56%. Pero el gas, utilizado para hacer electricidad, calor para las industrias o fertilizantes, subió de 20 €/MWh en 2019 a una media de 120 €/MWh en 2022. Así la industria intensiva en energía vio como los costes energéticos subieron como nunca se había visto, haciendo trizas cualquier presupuesto o precio de venta del producto. Nos encontramos en una montaña rusa sin fin.

 

En medio de esta tormenta, el mensaje del Gobierno era y es: “hay que descarbonizar, hay que bajar el consumo de gas, de energía”. Y esto, en este país y en este continente, solo se puede hacer cerrando industrias, con duchas frías y apagando las luces. Resulta desesperante la falta de empatía de este Gobierno con la industria intensiva en energía.

 

Alemania, Italia y Francia están protegiendo sus industrias con ayudas para que los costes energéticos les salgan más baratos o, mejor dicho, menos caros. Competimos con ellos y estamos perdiendo cuota de mercado en España y fuera. El abismo está aquí mismo y desgraciadamente las empresas y sus trabajadores sufrirán las consecuencias de una caída que otros países han evitado. ¿Por qué nuestro Gobierno nos deja en una situación de desigualdad, de desventaja competitiva? ¿Por qué no nos da las mismas herramientas que otros países han dado a su industria? La única respuesta que me viene a la cabeza es: ignorancia integral.

 

Hoy por hoy no hay sustituto del gas para la industria que consume el 60 % del gas en este país. La alternativa puede ser el hidrógeno, pero no ahora sino en unos años. Actualmente no se puede comprar hidrógeno por tubo o tanque en ningún sitio. Tal vez en cinco años o en diez.

Lo más grave es que a esta falta de empatía se añade la falta de entendimiento de cómo funciona la energía, la industria o la termodinámica. Es como decir “conviertan ustedes agua en vapor utilizando la mitad de la energía y así descarbonizamos”.

 

Conozco una empresa que ha tenido que cerrar una planta de cogeneración de 50 MW perfectamente eficiente y se ha visto obligada a comprar una turbina de 25 MW a un coste de 20 millones de euros. Esto equivale a afirmar que esos 25 MW extras que generaban se van a generar en ciclos combinados utilizando mucho más gas, puesto que las cogeneraciones son siempre mucho más eficientes. El resultado de semejante decisión —políticamente provocada por el desconocimiento de lo que es una cogeneración— es que el país va a generar más CO2 y que la competitividad de la empresa sufrirá porque el dinero empleado en una nueva e innecesaria turbina podría haber sido empleado en mejorar la competitividad o la productividad de la empresa.

Los únicos que ganan en este perverso proceso son nuestros competidores franceses, italianos o alemanes. España pierde, pierde mucho. Decenas de empresas están tomando decisiones similares, haciendo que nuestro país sea menos competitivo, produciendo electricidad con más CO2 y, lo peor de todo, cerrando empresas y generando desempleo.

 

 

¿Hay alguien en el MITERD capaz de escuchar el clamor de la industria intensiva en energía? Hasta ahora, parece que no.

 

Juan Vila, managing director Iberboard