Juan Vila, CEO de Iberboard y vocal de GasINDUSTRIAL
Es difícil poner en cuestión la flexibilidad y vitalidad del sistema económico americano. En 2010, Cheniere —primera empresa americana exportadora de GNL— se disponía a construir en Sabine Pass (Luisiana) una regasificadora para importar GNL cuando fueron conscientes de que las ingentes cantidades de gas del fracking que iban descubriéndose aconsejaban cambiar de estrategia y convertir esa planta en una de licuefacción. Es decir, exactamente lo contrario de lo que habían previsto. En febrero de 2016 ya estaban exportando GNL y muy pronto otras empresas siguieron el ejemplo con más de media docena de plantas.
Mientras, en Europa se prohibía el fracking y se contemplaba impasiblemente como “un loco” desarrollaba un coche eléctrico en una planta abandonada por GM y Toyota, en Freemont (California). A los alemanes—a quienes personalmente consideraba más listos— no se les ocurrió otra cosa que comprar la mayoría de sus necesidades de gas a su peor enemigo durante años, Rusia, decisión que les llevó a desestimar la construcción de plantas regasificadoras. Para qué, si tenían tubos por tierra y por mar. Además, durante la crisis energética más severa desde la segunda guerra mundial, Alemania decidió cerrar en 2023 todas sus plantas nucleares, que hasta entonces producían el 25 % de su electricidad. Increíble pero cierto.
Nadie quiso ver ni suponer qué pasaría cuando los automóviles necesitaran electricidad para sus pilas o la industria se recuperase de la debacle o el consumo eléctrico retornase a niveles de 2017. Nadie se paró a pesar de dónde sacarían toda esa energía. ¡Ah, del carbón o del lignito! Eso debieron pensar.
En España tampoco somos más avispados en este ámbito. En 2023 estuve presente en una conferencia sobre el hidrógeno en Tarragona en la que se afirmó: “convertiremos la zona industrial química en una de las mayores de Europa en producción de hidrógeno, será la vall del hidrogen y lo haremos sin renovables”. Catalunya hace años que no aprueba grandes proyectos de viento y sol porque afean el mar y la montaña y pertenecen a multinacionales; o porque invaden los terrenos arables que debieran ser reconvertidos en agrícolas. Tampoco se permite construir un cable eléctrico desde Aragón porque daña visualmente el paisaje. Entonces ¿cómo se alimentarán las plantas de hidrógeno? Bueno, tampoco es problema porque es evidente que no se darán permisos para que estos proyectos se construyan.
Parece de locos y, sin duda, cuanto más profundizamos, vemos que lo es
Mientras tanto en Estados Unidos, país supuestamente demoledor de su medio ambiente, Cheniere, Quatar Petroleuun, Chevron, Sempra… construyen plantas de licuefacción que estarán listas en 2028, doblando el volumen actual. En 2015, la capacidad de licuefacción de gas era cero; en 2020, 50 BCM; este año, 130 BCM, y en 2028 serán 250 BCM. La pausa de construcción de nuevas plantas habrá de estudiarse, pero estamos hablando de más allá de 2028.
El consumo europeo está entre 400-450 BCM, por lo que mientras noruegos y americanos quieran seguir enriqueciéndose a nuestra costa, tendremos gas y podremos seguir tomando duchas calientes. Menos en Alemania, donde tienen ya prohibidas las calderas de gas. Espero que la moda de la ducha fría no nos llegue pronto a España.
Evidentemente, si es por los americanos, no nos quedaremos a oscuras, pero por nuestras acciones esa probabilidad no es del todo cero.
Juan Vila, CEO de Iberboard y vocal de GasINDUSTRIAL