Descarbonización y Competitividad: El Dilema Energético de Europa

Verónica Rivière, presidenta de GasINDUSTRIAL

 

La invasión de Ucrania por parte de Rusia el 24 de febrero de 2022 desencadenó una crisis energética sin precedentes en Europa. Los precios de la energía se dispararon, afectando profundamente la competitividad de la industria europea. Ante este panorama, la Unión Europea adoptó una serie de medidas urgentes como el Plan Repower UE, Fit for 55, Marco de ayudas temporales o la plataforma de compra de energía, entre otras, con el objetivo de mitigar los impactos de la crisis. Estas acciones se centraron en la eficiencia energética, la diversificación de fuentes de energía, el apoyo financiero y la transición hacia un modelo energético más sostenible.

 

Sin embargo, tres años después, los precios del gas siguen alejados de los niveles previos a la invasión, siendo hasta dos y tres veces más caros que en 2019 o hasta 5 veces el precio que pagan en Estados Unidos. Cualquier cambio en las condiciones internacionales, como un simple tuit de Donald Trump o una ola de frío, desestabiliza el mercado. La dependencia del gas natural como combustible de transición sigue siendo una realidad que no podemos eludir. A pesar de los esfuerzos de descarbonización, no podemos prescindir de esta fuente de energía, al menos no en el corto plazo.

La descarbonización, que ocupa un lugar central en la agenda de la UE, debe ir acompañada de la palabra "competitividad". De lo contrario, corremos el riesgo de generar una deslocalización masiva de la industria. Este reto es cada vez más evidente, sobre todo cuando analizamos que el nuevo nivel de precios del gas ha provocado la desaparición de una parte significativa del consumo gasintensivo en sectores clave de la industria. Siendo el consumo industrial de este mes de enero 2025 – 22% si nos comparamos con la media de 2018/2021. En nuestro habitual A Fondo, podrás encontrar el desglose por sectores. Esta desaparición no responde a un proceso de eficiencia o electrificación, como nos gustaría creer, sino a la falta de competitividad. La competencia desigual entre los países de la UE y otras economías que no tienen los mismos compromisos climáticos es una de las principales razones de esta pérdida de competitividad. La industria se encuentra atrapada en un mercado globalizado, donde los costes de producción en Europa son insostenibles debido a políticas energéticas y climáticas desiguales.

 

El informe Draghi aborda esta cuestión de forma clara: la transición energética debe ser compatible con la competitividad de la industria. Sin embargo, la realidad es que muchos sectores industriales han desaparecido o están a punto de desaparecer debido a los altos costes energéticos. A pesar de los esfuerzos por diversificar las fuentes de energía y acelerar la transición hacia energías renovables, las alternativas son en su mayoría inviables a nivel técnico o extremadamente caras. Los productos "gourmet" de energía renovable no pueden competir con los precios del gas natural.

 

Con la publicación del Action Plan for Affordable Energy y el Clean Industrial Deal el próximo 26 de febrero, se intentará mitigar esta situación extremadamente crítica. La UE necesita encontrar un equilibrio entre la sostenibilidad energética y la competitividad industrial. La industria europea compite en un mercado globalizado, donde las economías que no tienen los mismos compromisos climáticos pueden operar a un coste mucho menor. Esto plantea un desafío crucial para la UE: ¿cómo lograr una descarbonización efectiva sin que ello implique una mayor deslocalización de industrias?

 

¿Qué se podría aplicar en España?

En cuanto se publiquen estos dos documentos, veremos qué medidas regulatorias “bendice” la Unión Europea y la velocidad e intensidad con que se implementan en los estados miembros. Esperemos que no sea un "déjà vu" de las ayudas extraordinarias del Marco de Ucrania. Las distintas velocidades e intensidades en implementar las ayudas extraordinarias del Marco de Ucrania distorsionaron el mercado europeo. Ahora, con la publicación del Plan de Acción para la Energía Asequible el 26 de febrero, esperemos que España reaccione con agilidad. De lo contrario, corremos el riesgo de que nuestras industrias sigan perdiendo competitividad frente a sus homólogos europeos.

 

Vemos por ejemplo, que Italia antes de la publicación de los documentos ya se ha puesto manos a la obra y ha implementado un Estatuto de Consumidor Gasintensivo. Este enfoque incluye medidas reguladoras que dotan de competitividad a las industrias, permitiéndoles adaptarse a las exigencias energéticas sin perder su capacidad de competir en el mercado global. Entre las principales medidas de apoyo, se encuentran los descuentos en los peajes de gas, la interrumpibilidad gasista, incentivos fiscales, contratos por diferencias que mitigan la brecha de precios con el biometano y otros incentivos.

 

En España, sería crucial establecer un marco regulatorio que permita competir al consumidor gasintensivo. La primera medida y más obvia sería un Estatuto de Consumidor Gasintensivo. Seguimos reivindicando que el CNAE no es una magnitud energética y que debería existir un registro que clasificase la intensidad del consumidor industrial. El estatuto debería venir acompañado de un paquete de medidas regulatorias locales para dotarle de competitividad. El industrial gasintensivo debería estar exento en la contribución del FNEE, Europa lo permite, necesita peajes justos, la flexibilidad de la Qd o un coste de almacenamiento que refleje el perfil de consumo, entre otras medidas. También sería imprescindible incentivos para el consumo de biometano y no obligaciones. Un contrato por diferencias reduciría la brecha de competitividad y facilitaría la transición incentivando y no obligando. Urge proteger a las industrias gasintensivas en momentos de transición energética y dejarle la libertad de escoger el camino que quiere utilizar para descarbonizarse.

 

En resumen, la transición energética de la UE debe ser sostenible, pero también debe ser competitiva. La descarbonización no puede ser un proceso que implique una mayor deslocalización de industrias o la pérdida de competitividad global. Las políticas energéticas deben ser coherentes con las realidades económicas y las necesidades de la industria, de lo contrario, corremos el riesgo de que la industria europea se pierda en un mar de precios insostenibles y políticas poco realistas. El futuro de Europa no puede depender solo de la transición energética; debe basarse en un equilibrio entre sostenibilidad y competitividad.